Ante el anuncio de un evento ciclístico con un costo de inscripción de $45.000 en la ciclovía de Bogotá, colectivos ciudadanos defensores de la movilidad sostenible reaccionaron con preocupación y contundencia. La razón es clara: la ciclovía no es solo una vía recreativa, es uno de los pocos espacios de verdadera integración social que tiene la ciudad. Su uso gratuito ha sido, por décadas, una conquista ciudadana y un ejemplo de cómo se puede construir bienestar desde lo público.
La ciclovía: patrimonio social de Bogotá
Cada domingo, más de 1.5 millones de personas usan la ciclovía. No importa la edad, el estrato, la bicicleta o el ritmo. Este espacio es de todos. Su valor está en la diversidad que la habita y en el acceso equitativo que ofrece. Convertirla en un producto exclusivo, aunque sea por un solo evento, representa un riesgo para su espíritu inclusivo.
Bienvenido el apoyo privado, pero sin cobrarle a la ciudadanía
Celebramos que empresas privadas apoyen iniciativas como estas, incluso patrocinando a ídolos del deporte como Nairo Quintana, cuya presencia inspira y promueve hábitos saludables. El respaldo empresarial es clave para mejorar la experiencia en la ciclovía, siempre que ese apoyo no implique trasladar costos al ciudadano ni poner barreras al acceso.
Una cosa es que una marca financie la logística del evento (vallas, uniformes, hidratación) a cambio de visibilidad, y otra muy distinta es pretender cobrar por el uso de un espacio que históricamente ha sido gratuito.
Una rectificación que fortalece lo colectivo
Frente al rechazo ciudadano, los promotores privados del evento respondieron de forma acertada y responsable: eliminaron el cobro de inscripción y abrieron el evento de manera gratuita para todos. Esta decisión demuestra que el diálogo con la ciudadanía es posible y necesario. Se privilegió el interés general y se fortaleció la confianza.
El espacio público no se vende, se cuida
La experiencia nos deja una lección: debemos estar atentos a los procesos de aprovechamiento económico del espacio público que lidera la administración distrital. Regular no puede significar privatizar. La ciclovía puede ser un escenario para alianzas público-privadas, sí, pero siempre bajo el principio de acceso libre y equitativo.
Que las marcas estén, pero no condicionen. Que el evento sea masivo, pero no excluyente. Que lo privado apoye, pero no se apropie.
¡La ciclovía se respeta!
Sigamos pedaleando juntos hacia una ciudad más equitativa, saludable y consciente.