Muy ambicioso resultó el anuncio de la administración distrital de «Iniciar la construcción del bosque más grande de Latinoamérica«, refiriéndose a la reserva Thomas van der Hammen ubicada en el borde norte de Bogotá en las localidades de Usaquén y Suba.
El desarrollo de mesas de trabajo con expertos nacionales e internacionales y el compromiso de destinar cerca de $100.000 millones se convierten en un paso más hacia la consolidación de la reserva que fue declarada por la Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR) en el año 2011, mediante el acuerdo 011 del mes de julio de ese año, 11 años después de que el Ministerio de Ambiente expresara la necesidad de garantizar una conectividad entre los ecosistemas de la Reserva Forestal de los Cerros Orientales y con el valle aluvial del Río Bogotá.
A pesar de lo ambicioso del titular, el anuncio merece algunas observaciones.
En primer lugar, vale la pena aclarar que, de llegarse a consolidar, este no sería el bosque urbano más grande de latinoamérica y, de hecho, ni siquiera de Bogotá. Por un lado, encontramos el parque Nacional de Tijuca en Rio de Janeiro que con sus 3.200 hectáreas es bastante más grande de lo que podría llegar a ser la reserva Thomas van der Hammen con sus poco menos 1.400 hectáreas. Ahora bien, sin ir tan lejos, al usar semejante afirmación la administración distrital pareciera olvidar la existencia de la Reserva Forestal de los Cerros Orientales de Bogotá que con, sus aproximadamente 13.000 hectáreas, es la que realmente merecería semejante título.
Vale la pena recordar que, con el objetivo de consolidar esta reserva, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá y la Secretaría Distrital de Ambiente expidieron, respectivamente, las resoluciones 0187 y 0835 ambas de 2015, con las que declararon suelo de «utilidad pública» cerca de 1.200 hectáreas de la reserva. Con estas resoluciones, se abrió la puerta a que el distrito pueda adquirir o incluso expropiar algunos predios ubicados al interior de la reserva. No obstante, no debemos olvidar que, a pesar de la categoría que se le dio, el terreno al que corresponde esta reserva es un territorio con altos niveles de transformación en el que, según reconoce la misma Secretaría Distrital de Ambiente, para su consolidación deben plantarse alrededor de 1.100 árboles por cada hectárea que la compone.
Seguramente este será un tema polémico en la administración que iniciará el 1ero de enero de 2016 el recién alcalde electo de Bogotá, Enrique Peñalosa, quien en varias oportunidades se ha mostrado contrario a la consolidación de la reserva y, valga la pena decirlo, tampoco tuvo la mejor percepción por parte de los ambientalistas en la ya finalizada contienda electoral.
De cualquier manera, más allá de la declaratoria como reserva y de la adquisición de predios por parte del estado, debería observarse con sumo cuidado lo que ha ocurrido con la Reserva de los Cerros Orientales. Allí, la ausencia de autoridad para su adecuada gestión llevó a que, en parte debido a la invasión de predios y a la consolidación de construcciones ilegales, el Ministerio de Ambiente sustrajera poco menos de 1.000 hectáreas mediante la Resolución 463 de 2005. En otras palabras, por más declaratorias y resoluciones que se expidan la real consolidación de la reserva no será una realidad sin la correspondiente gestión de las autoridades competentes en el territorio.